The Exodo/Prensa Libre
El éxodo de migrantes centroamericanos que cruzan por México hacia el norte no se ha frenado a a pesar del fortalecimiento de la seguridad en la frontera estadunidense con México, los preparativos para la construcción de un nuevo muro fronterizo y el discurso antiinmigrante de Donald Trump, los operativos instrumentados en territorio mexicano para frenar a los extranjeros y la violencia de grupos del crimen contra ellos.
De acuerdo a un reportaje del diario guatemalteco “Prensa Libre” las bandas que se dedican al tráfico de personas han diversificado sus métodos de trasladar migrantes a Estados Unidos, con lo cual han aumentado los costos, pero también los riesgos, como pasar encerrados durante semanas en bodegas o navegar tres horas en alta mar en lanchas sobrecargadas.
La actividad de los coyotes se ha deshumanizado a tal punto que ahora los migrantes son vistos como mercancía, afirma Alexánder Colop, Fiscal contra la Trata de Personas del Ministerio Público (MP) de Guatemala.
Colop explica que a las bandas no les importa qué medio utilicen para transportar a los indocumentados. Por ejemplo, se ha determinado que algunas los movilizan en grupos de hasta 20 personas en lanchas tiburoneras durante varias horas por el Pacífico, desde Ocós, San Marcos, hasta México. Ya en ese país, otra estructura delincuencial se encarga de llevarlos hasta Estados Unidos.
“El objetivo de estos grupos es no solo llevar a los migrantes, sino hacerlo lo más rápido posible —porque— ya no les interesa la persona, sino que los ven como mercancía, y entre más rápido se deshagan de ellos, mejor”, apunta Colop.
Las bandas “se benefician de esa necesidad de migrar”, afirma Colop, quien expone que, de acuerdo con los casos que se han investigado hasta el momento, las redes operan de forma regional y en coordinación con bandas no solo de México, sino también de El Salvador y Honduras.
Estas estructuras se componen básicamente de un líder; un coordinador, que controla las finanzas; colaboradores, encargados del traslado de migrantes, y en algunos casos de reclutarlos; transportistas y cuidadores.
Convencen a los jóvenes
Quetzaltenango es uno de los departamentos en donde las bandas de tráfico de personas hacen de las suyas. De San Juan Ostuncalco migró Claudia Patricia Gómez, la joven migrante que fue ultimada por un agente de la Patrulla Fronteriza el pasado 23 de mayo.
Un líder comunitario de San Juan Ostuncalco, que pidió no ser mencionado, indicó que en ese municipio los coyotes son buscados por los jóvenes para que los lleven a Estados Unidos.
Aseguró que muchos de ellos no tienen recursos, pero que venden sus pertenencias e incluso piden a los padres que hipotequen la casa o un terreno para pagar el viaje.
El precio puede variar, desde 70 mil quetzales (unos 10 mil dólares) hasta 100 mil quetzales (14 mil dólares), ello de acuerdo con la ruta que el migrante escoja o las “comunidades” del viaje.
El líder comunitario confirma que hay prestamistas que al saber que alguien quiere viajar se ofrecen para financiar el pago del coyote. “Son prestamistas informales que dan dinero sin mayor papeleo o solo apalabrado”, comenta, al mismo tiempo que lamenta que aquellos que no pasan a Estados Unidos son los que más sufren al regresar.
El alcalde de San Juan Ostuncalco, Juan Aguilar, confirmó que hay gente que presta Q100 mil (14 mil dólares) y se va cuatro o cinco veces pero no pasa, y cuando regresa tiene que vender su casa. “Esa es la triste realidad, porque quedan peor que cuando estaban antes de irse”, subrayó.
Añadió que la mayoría de las personas se dedican a la agricultura, especialmente a la producción de papa, actividad que ya no es rentable, y cuando genera pérdidas el Gobierno no otorga subsidios, “como sí lo hace con el café”.
Al tratar de explicar por qué los jóvenes migran pese a los riesgos y costos, el jefe edil considera que lo hacen al ver que otras personas lo han logrado, y piensan “yo también voy a hacerlo”.
Acá tiene mucho que ver la psicología”, afirma el líder comunitario. “La gente está convencida de que se le hará el sueño americano y asegura que lo gastado lo recuperará en dos meses; es difícil detenerlos”, añade.
Son buscados
Las redes de tráfico funcionan de manera similar en Huehuetenango, uno de los departamentos desde donde más guatemaltecos migran a Estados Unidos. En esa área también han proliferado prestamistas que dan dinero a los que tienen la intención de viajar con tasas de interés altísimas y que piden propiedades como garantía.
Un viaje puede costar hasta 60 mil quetzales (8 mil dólares), al igual que en Quetzaltenango, depende de las rutas a utilizar; además, garantizan que el migrante llegará sano y salvo hasta el país del norte.
“Quienes no lo logran, llegan a perder hasta lo que no tienen”, asegura Francisco Rocael Mateo, coordinador del Consejo de Pueblos Poptí.
Líderes de varias comunidades aseguran que los traficantes de personas son conocidos porque son prósperos, tienen abundantes propiedades, lujos, vehículos y poder adquisitivo.
En Huehuetenango, a los coyotes también se les conoce como “polleros”. Algunos ofrecen recibir el pago fraccionado, 50 por ciento al inicio y el resto al llegar el migrante a su destino, pero no todos operan así.
Mateo afirma que si los migrantes no logran pasar, en muchos casos los coyotes se quedan con sus propiedades, desde terrenos hasta viviendas, las cuales dejan empeñadas como garantía de que pagarán.
Un migrante afectado originario de Nentón, quien habló bajo la condición de que no se revele su identidad, confirmó que las prácticas de despojo son comunes. Quienes no llegan a Estados Unidos pierden sus propiedades dejadas en garantía, y prefirió no responder si él había perdido algún inmueble.
Sostiene que las redes de coyotes los trasladan en diversidad de transporte, desde autobuses y vehículos particulares hasta furgones, y luego los alojan en casas de seguridad donde les toca esperar incluso semanas hasta que llega el momento de cruzar la frontera sur de Estados Unidos.
Al igual que los miles de migrantes que viajan hacia Estados Unidos, afirma que no importan los peligros de ser secuestrados, extorsionados o deportados, porque la pesadilla de la pobreza los empuja a emprender el viaje y apostarlo todo.
Historias de drama
El día en que Carlos* se quitó la vida muchas cosas pasaban por su mente (seguro) como el día que llegó a Patzún, Chimaltenango, o el momento en que decidió entregar su casa y terreno en garantía por un préstamo de 80 mil quetzales, es decir más de 10 mil dólares, que le serviría para hacer un viaje a Estados Unidos que nunca se concretó.
Carlos trató de llegar a ese país tres veces; esa cantidad de intentos incluía la oferta que le hizo el coyote cuando lo contactó. Le vendió la idea de que el viaje sería fácil, que incluía transporte, el “brinco” (ingreso a Estados Unidos), sobornos a las autoridades mexicanas y que pronto, en dos o tres semanas, estaría en Estados Unidos, el país de la prosperidad y las oportunidades y donde él haría realidad todos sus sueños.
El migrante, de 24, años fue detenido las tres veces, su sueño se convirtió en pesadilla y pasados unos meses se vio de vuelta en Patzún, sin dinero, sin su terreno, sin propiedades (porque se las quitaron los prestamistas), con deudas y con la enorme carga de que su esposa y su hijo seguían en pobreza y con escasas posibilidades de salir adelante.
La historia de Carlos revela en pocas líneas el cruel y dramático final de muchos guatemaltecos en la provincia que, aunque no llegan al extremo de suicidarse, lo apuestan todo a cambio de llegar a Estados Unidos.
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