Amuralladas leyendas piratas de una metrópoli estilo barroco, ríos que acarician la verde vegetación selvática entre manglares, elegantes maderas tiñen la historia naval de un afamado puerto, espectáculos aéreos de su fauna, un gran museo submarino en aguas cristalinas, limpieza de huesos en el día de le las ánimas, antiguas haciendas que ofertan lujo y comodidad, oriundas vestimentas en fiestas tradicionales elaboradas con arte indígena, entre otras sugestivas propuestas que el estado de Campeche nos ofrece y las cuales aparecen en esta ocasión en los textos homoespacieros, así como el adentrarnos a un pueblo mágico que le debe su nombre al “palo tinte” campechano y la seducción de un sitio prehispánico maya que en sus alrededores cuenta con unas cabañas estimulantes e inspiradoras.
México es un lugar lleno de tradición, arte, alegría y belleza cultural… los originarios de esta nación, mexicanos herederos de la riqueza prehispánica, los de piel morena y la credibilidad entre el sudor campesino, el artesano en las pinacotecas callejeras, la danza vestida de huipiles, fascinantes escenarios naturales, nobleza indígena, entre otros tantos atributos que se encuentran muy lejos de la hipocresía de unos pocos.
Naveguemos, estimados homoespacieros, entre la historia campechana, sus orígenes mayas, el auge mercantil de sus maderas preciosas, mastiquemos el chico zapote, caminemos entre su amurallada metrópoli, sumerjámonos en la aventura de su arqueología subacuática y visitemos dos destinos de este selecta y distinguida entidad. El primero es un pintoresco pueblo mágico, que con sus casas de teja francesa a la orilla de un rio, artesanías en madera fina, leyendas piratas y el sentimiento nocturnal de su pequeño malecón, hacen de Palizada un excelente destino… para enamorarse. Nuestra segunda propuesta, es la zona arqueológica de Edzná, donde la genialidad maya provoca fascinación entre sus edificaciones, eso y la seducción prehispánica, al anochecer entre unas cómodas cabañas ubicadas en el valle que lleva el mismo nombre.
Campeche es una palabra de origen maya, que significa “lugar del señor sol garrapata”. Este estado sureño perteneció a una zona conocida como el “Mayab”, donde distintas ciudades mayas florecieron, como Becan, Dzibilnocac o Calakmul. En el periodo colonial, los franciscanos comenzaron a evangelizar estas tierras y en 1531 el español Francisco de Montejo, fundó la Villa de Salamanca de Campeche. En 1540, Montejo funda, el 4 de octubre, la Ciudad San Francisco de Campeche.
Durante el virreinato, el estado fue favorecido y obtuvo auge mercantil por la exportación de maderas preciosas, aunque también sufrió muchos ataques piratas, razón por la cual fue fortificada. Entre los principales filibusteros se encuentran los británicos William Parker y Henry Morgan, Diego el Mulato de La Habana, el lusitano Bartolomé o el franco Juan David Nau el Olonés, entre otros.
Campeche, en el periodo independentista no tuvo mucha participación en los primeros brotes, pero en 1824 se integra a la Capitania General de Yucatán y fue hasta 1862 cuando logra el título de estado de la federación. Alguna de las curiosidades campechanas, fue cuando en 1860 Antonio López de Santa Anna es desterrado y visita al país del norte, donde utiliza como intérprete al joven James Adams, quien notaba que el general masticaba un tipo de goma de un árbol mexicano, el traductor pregunta donde se ubicaba este sitio y el resto… alguna vez lo hemos masticado.
En materia turística, los campechanos cuentan con una zona costera de casi 525 kilómetros, donde se ubican Champotón y Carmen, sugestivas playas, la barroca ciudad amurallada de Campeche, considerada Patrimonio Cultural de la Humanidad. También tiene el carnaval más antiguo de nuestra nación; sones de jarana con habanera y ritmos africanos; los “Petenes”, reserva ecológica entre manglares, donde la pesca deportiva convive con atardeceres que roban el aliento; haciendas convertidas en hoteles de lujo; la precolombina ruta de Los Chanes, entre arquitecturas mayas o Calakmul, que es la mayor zona ecológica de México y el segundo pulmón selvático de América continental.
Palizada… a la orilla del rio
Pueblo mágico que susurra leyendas piratas a la orilla del río Palizada. El nombre de esta localidad es gracias a su principal producto: el “palo campechano” o “palo tinte. Inicialmente fue llamado San Joaquín de la Pelotada, bautizado por los peninsulares en 1674 y fundado con su actual nombre hasta el 18 de mayo de 1772.
Las casas estilo victoriano, su original y atractivo centro, la Casa del Rio de arquitectura neoclásica renacentista, una réplica de cuatro metros de la estatua de “La Libertad” o el arte sacro en la Parroquia de San Joaquín, podrían ser un buen inicio para conocer y admirar este poblado. Al atardecer, la opción sería un recorrido en lancha, disfrutar del espectáculo natural que ofrece este rio campechano, ver algunas siluetas submarinas de barcos piratas, y al atardecer… lo subjetivo es tan real.
Algunas de las opciones gastronómicas son: la mojarra frita, el chile x´catic relleno de cazón o un tamal de hoja de chaya. Por la noche tal vez la luna aparezca y el malecón se transforme en un excelente sitio para los enamorados, así como disfrutar de una buena charla en algún café de su hermoso centro o tal vez algo más fuerte en sus portales, digo, para adormecer las inhibiciones.
Edzná… seducción prehispánica
Considerada como una de las zonas antropológicas con mayor tecnología de la cultura maya, Edzná es un sitio que cuenta con acueductos o canales que son una muestra de la ingeniería prehispánica. La “Casa de los Itzáes” data del año 600 a.C., contemporánea a la chiapaneca ciudad de Palenque y tiene cerca de 200 estructuras.
Algunas de sus edificaciones más sobresalientes son: la Gran Acrópolis, planta cuadrangular sobre el cual se levantan varias construcciones; el Edificio de los Cinco Pisos, cinco niveles con cuartos abovedados; el Juego de Pelota, compuesto por dos estructuras paralelas; el Temazcal o las 32 estelas que explican la historia de esta civilización.
En los alrededores de esta zona arqueológica, a cinco minutos de las ruinas, el Valle Edzná ofrece a sus visitantes singulares cabañas con un paisaje prehispánico, una piscina para ahuyentar el férvido ambiente y la comodidad de un servicio resort, que resulta una opción excelente para relajarte. “La Carlota”, también puede ser el destino ideal para invitar a alguna artista del sentimiento, la mujer que te quite el sueño… eso si cuentas con la suerte de que acceda a tu proposición.
Para que te atrevas a vivir esta experiencia, te compartimos los tradicionales enlaces homoespacieros: