Luis Alberto García / París
*Los “bleus”, ejemplo para una nación orgullosa, culta y diversa.
*Los desfiguros presidenciales de Monsieur Emmanuel Macron.
*París y otras ciudades, desbordadas para honrar a sus ídolos.
*Monarcas mundiales de Rusia, condecorados con la Legión de Honor.
Después de hacer desfiguros y dar de saltos en el palco de honor, captados gráficamente para la posteridad por el fotógrafo personal de Vladimir Putin, el presidente de Francia, Emmanuel Macron, convirtió el Palacio del Elíseo en una fiesta para la selección victoriosa, aclamada especial y amorosamente por los parisinos.
El palacio presidencial fue más fastuoso y con más ruido el lunes 16 de julio de 2018, que los vestidores del estadio Luzhnikí de Moscú; pero el mensaje que Macron dio al recibir en su sede en París a la selección nacional que conquistó la segunda Copa del Mundo de fútbol para Francia, no fue tan distinto de lo que dijo en su euforia moscovita: “A partir de ahora, ustedes son ejemplo para los jóvenes y lo serán durante toda su vida”.
Fue un mensaje que reiteró tras recibir personalmente —con un abrazo a cada miembro del equipo bajo el aguacero en Moscú, y al día siguiente en París— a los jugadores en el Elíseo, después de que estos se dieran un baño de multitudes al atravesar los Campos Elíseos, como Napoleón Bonaparte después de sus victorias o el general Charles de Gaulle al recuperar la Ciudad Luz en 1944, con el apoyo de ingleses y estadounidense.
Luego de los festejos y los disturbios que provocaron dos muertos y cientos detenidos en todo el país, la avenida más bella y elegante del mundo se volvió a llenar de miles de entusiastas seguidores que aguardaron durante horas, pese al calor del verano, para ver pasar, aunque fuera fugazmente, a la retrasada escuadra victoriosa.
“Gracias por traernos la copa. Gracias por darnos este orgullo. Gracias por haber estado unidos. No cambien, este equipo es bello. Y no olviden jamás de dónde vienen. Están ante clubes de toda Francia, padres y educadores. Esa es Francia. ¡Viva la República, viva Francia!”, proclamó Emmanuel Macron ante los familiares invitados para celebrar a los bien amados “bleus”.
El gobierno de Macron prolongó así la Fiesta de la República del sábado 14, al lunes 16 de julio, para insistir en hacer “pedagogía” con su política, que esta vez no importó que todos, presidente incluido, desobedecieran el protocolo oficial desde su llegada misma al Elíseo, convertido en escenario de un gran agasajo.
La victoria de los franceses, dos decenios después de conquistar su primer campeonato mundial, en 1998, ofreció un momento excepcional para promover los valores de libertad, fraternidad y, más que nada, igualdad, consagrados en este país por la Carta de los Derechos del Hombre y del Ciudadano.
Y ocurrió así, sobre todo cuando el mensaje de unidad nacional y, paralelamente, el respeto a la diversidad, se hace especialmente importante entre ecos antiinmigrantes crecientes en toda Europa, con el nuevo gobierno de Italia a la cabeza, cuyo ministro del interior, Matteo Salvino, ha pronunciado discursos irrepetibles y hasta obcenos contra los peregrinos forzados de todas partes.
La Francia promovida por los “bleus” es “la República que nos gusta, unida y diversa, patriótica y abierta, nacional y no nacionalista”, destacó el periódico “Libération” en su editorial del día triunfal.
Para el rotativo parisino, lo más extraordinario de esta gesta fue “el público, el pueblo mezclado; pero unido, que invadió en una marea irresistible las calles y plazas de Francia, todas las clases, todas las regiones, todos los orígenes confundidos”.
“Le Monde” recordó que hacía tiempo que los franceses no salían a las calles unidos para celebrar en el país europeo más agredido por los yihadistas en los últimos años, con la bandera tricolor convertida en elemento unificador, casi siempre en momentos sombríos.
Esta vez, los ciudadanos que salieron a festejar en las calles de Niza, ciudad natal del arquero Hugo Lloris, la noche del domingo 15 de julio, venían justamente de conmemorar, un día antes, el segundo aniversario del ataque terrorista que dejó la avenida principal de su ciudad regada de muertos, el 14 de julio de 2016.
Por eso, y porque estos “bleus” diversos —más de la mitad nacieron en familias inmigrantes, como lo hemos consignado en nuestras crónicas— son ejemplo para todos, pero sobre todo para los más jóvenes, pues en el Palacio del Elíseo no los esperaban solamente Macron, sino que el presidente invitó a la recepción a más de mil 300 deportistas.
Entre ellos estuvieron un millar de jóvenes futbolistas, niños y niñas, procedentes de los clubes deportivos donde se formaron en sus inicios los jugadores, como el AS de Bondy, el suburbio donde nació y se forjó una de las estrellas del Mundial, Kylian Mbappé, tan diversos como los ídolos a los que acudieron a celebrar cantando La Marsellesa de Rouget de L’ Isle con entusiasmo pocas veces visto.
A una gesta excepcional, un honor extraordinario, correspondido por la confirmación de que los jugadores de la selección nacional recibirán la Legión de Honor, la máxima condecoración del Estado francés.
Así lo decidió Emmanuel Macron, por los “servicios excepcionales” realizados, según el palacio presidencial, en una ceremonia que tendría lugar en unos meses, así como también los monarcas de 1998 fueron condecorados con la misma presea que, en el caso de Didier Deschamps, formaba parte de esa primera hornada de condecorados como capitán de aquel equipo.
Didier sería promocionado a un grado superior al de caballero de la Legión de Honor –el de Mariscal de Francia- que ya ostenta desde dos décadas atrás, con prestigiada medalla que sería solamente el colofón de una oleada de homenajes que comenzaron horas antes de que los “bleus” regresaran a París.
Ante el corte de tráfico preventivo, muchos de ellos se desplazaron en el Metro de la capital, que también quiso rendir su propio homenaje, cambiando por unas horas el nombre de media docena de sus estaciones para homenajear a los futbolistas.
La estación Victor Hugo se llamó el Victor Hugo Lloris el 16 de julio, en honor al capitán y portero de la selección, así como también Didier Deschamps dispuso de dos estaciones propias: Notre-Dame des Champs, que se transformó en Notre Didier Deschamps, y la de Champs Elysées-Clémenceau que se llamó, por un día, Deschamps Elysées-Clémenceau.
Paris-Bercy, sede del Ministerio de Economía, fue Bercy les Bleus, mientras que la estación de Avron se prestó al juego de palabras Nous Avons Gagné (Hemos ganado), y la estación dedicada al primer presidente de la V República también dejó por un lado su orgulloso nombre de Charles de Gaulle-Étoile, para pasar a llamarse On a Deux Étoiles (Hay dos estrellas), en referencia a la segunda estrella que adornará el escudo del equipo nacional al conquistar su segunda copa.
Tampoco quiso quedarse atrás Gloria Gaynor, la “madrina de la selección francesa” desde que, en 1998, su éxito “I will survive” se convirtiera en el himno de los “bleus”, cuyo éxito fue entonado de nuevo por cientos de miles de franceses en las calles, además de convertirse en una de las canciones más descargadas la noche del domingo 15, día de la victoria en Moscú.
La morena estadounidense felicitó desde las redes sociales a los nuevos campeones: “¡Sabía que podían conseguirlo!”, celebró la diva, sumando su gusto al de la inmensamente feliz asamblea popular callejera que, como el 14 de julio de 1789, a la caída de La Bastilla, gritó: “¡Vive la France!”, frase con la que rubricamos esta crónica de la victoria.