Teresa Gil
laislaquebrillaba@yahoo.com.mx
La ineficacia o falta de interés de los responsables del tránsito en todo el país, causan miles de muertes al año. El peligro que significa el tráfico vehicular en la CDMX por ejemplo, se ha convertido en un caso de salud pública. A ese peligro que significaba un universo de automovilistas poco prudentes, se agrega ahora el número de ciclistas, motociclistas, conductores de carritos de alimentos y solo nos falta el agravante de carreolas motorizadas para alebrestar nuestro humor negro. El número de atropellamientos- en peatones y ciclistas sobre todo-, se promediaba en 32 diarios el año anterior y aunque se dice que el último reglamento de tránsito, las llamadas foto multas y el alcoholímetro como mecanismos de control han dado resultados, no se nota con el aumento de nuevos vehículos infractores, las motocicletas y las bicicletas ante todo ¿Que control aplican las autoridades en el tránsito de bicicletas en banquetas -abundante ya- y en el traficar de las motos aún cuando los semáforos den el alto? En la capital circulan miles de bicicletas y las motos estaban calculadas en 2016 en 257 mil 535 en 2016, contra 390 mil 378 que tenía el EDOMEX que a veces se dan la vuelta por aquí; sin control, sin uso de timbre las primeras, sin cláxon las segundas. En las indicaciones que se dan -que incluye no transitar en banquetas-, no se menciona el uso de advertencia urgente y necesaria. El caso de las motos es terrible, avanzan a toda velocidad a la derecha de los camiones de pasajeros que están haciendo parada regular y exponen la vida de los que descienden sin que nadie intervenga. Transitan también a gran velocidad dentro de los estacionamientos privados de las grandes tiendas de autoservicio donde se mueven decenas de personas, sin que haya indicaciones ni controles. Los organismos que promueven este último tipo de vehículos y que resulta importante para evitar el uso de automóviles, parece que no están participando en denunciar estos peligros o no les interesa.
CAMUS, GAUDÍ, ELOY BLANCO, MÉNDEZ, EL ADIÓS FATAL EN EL TRÁNSITO ASESINO
Millones han quedado a lo largo del tiempo destruidos por esa máquina -creada en 1769, puesta en marcha con combustión en 1885 y que llegó a México en 1895- que se llama automóvil, con sus muchas variantes. La inercia oficial, la furia del ser humano, los accidentes, los vicios, los malos caminos, el mal estado de los vehículos, han segado más vidas que muchas guerras. Con la proliferación de esas máquinas, las ciudades son una selva de asfalto con monstruos mecánicos que se entrecruzan y van generando la decantación del más desvalido.
Este puede ser tanto el que va caminando como el que va arriba del vehículo. Muchos talentos se han perdido. Recuerdo por lo pronto al premio Nobel Albert Camus, al genial arquitecto Antoni Gaudí, a Andrés Eloy Blanco el poeta y compositor venezolano y al “king” cubano compositor y cantante José Antonio Méndez. Camus nacido en Argelia en 1913, murió a los 47 años en un extraño accidente que no ha sido aclarado y al que se le atribuyeron cuestiones políticas e ideológicas. Ocurrió el 4 de enero de 1960 y estaba cerca de Villablivien, en Francia, cuando el carro en que viajaba y que le había prestado su editor Gallimard, se estrelló.
Las especulaciones recorrieron el mundo. Gaudí, el gran genio del modernismo catalán, creador de la famosa basílica, hoy arquidiócesis barcelonesa, murió el 10 de junio de 1926 atropellado por un tranvía cuando abandonaba su trabajo en la obra monumental hoy Patrimonio de la Humanidad, La Sagrada Familia. Eloy Blanco poeta singular, compositor, personaje cercano a Rómulo Gallegos con quien trabajó cuando éste fue presidente de Venezuela, fue atropellado en ¡la ciudad de México!, en 1955. Su canción Píntame angelitos negros, proclamada como un himno contra la discriminación, eran cantada en muchos países.
El caso de José Antonio Méndez es paradigmático. El dijo la noche que fue atropellado por una guagua en otro fatal 10 de junio en 1989, -tan fatal como el de aquí-, que ese había sido el día mas feliz de su vida. Se dirigía por la Habana al Pico Blanco -paradoja también ya que él era afrocubano-, que estaba instalado en el piso más alto del hotel Saint John, donde él desparramaba el feeeling de su voz, su encanto y sus canciones ( recuerdo haber bailado con él en 1985 mientras me cantaba La gloria eres tú. Pieza universal que le debe haber acariciado el oído a muchas mujeres cantada por él).
En un artículo publicado por el escritor cubano Antonio Tomás, José Antonio Méndez “el king”, cuenta su propia muerte, se narra el recorrido en el que al finalizar el día, el cantante terminó su vida. Lo que escribe Tomás, es la repetición diaria en todas las ciudades del mundo: un monstruo con motor que ciega vidas y que hay que controlar con inteligencia y eficacia. Dice así uno de sus párrafos: “Algo se me viene encima…el automóvil burla semáforos, el cláxon es un grito que anuncia desgracias, la distancia es corta, ya no llego al Pico Blanco, nadie va a enterarse donde estoy…”. La noticia de su muerte dio la vuelta al mundo
TAlmomento.Mx.