- Con color revelo y reafirmo historias y tradiciones, mitos y leyendas
CIUDAD DE MÉXICO, 13 de julio 2018.-Hasta el 12 de agosto se presenta en el Museo de Arte Popular la muestra Huicholes y Raramuris del pintor Florencio Zavala, que plasma en 18 cuadros al óleo el colorido, la mítica, las historias y tradiciones de las ancestrales comunidades establecidas en el norte de México, en la Sierra Madre Occidental.
«Con el pincel recorro el tiempo, la luz, el presente y lo olvidado. Soy el pincel, pinto por no ser palabra, para no olvidar mi origen, porque el marrón me lleva a la tierra y el turquesa al peyote.
Con color revelo y reafirmo historias y tradiciones, mitos y leyendas. Y con el trazo sueño mis recuerdos, camino por las pinceladas de mi tierra, vuelo entre el azul hasta llegar al blanco, con brochas esfumo el recuerdo del sepia que marca las manos de mi madre.
Hilvano con color el rezo de mi gente y en mi lienzo entrelazo sus plegarias».
Así se expresa el artista de sus obra en la que ha buscado plasmar la fuerza de los mitos y leyendas de esos pueblos, así como los paisajes el territorio huichol o de la sierra tarahumara, donde en sus alucinaciones ven formas y figuras que en la tierra no se observan de manera cotidiana.
La exposición pictórica se presenta en el Museo de Arte Popular:
Calle Revillagigedo #11 Colonia Centro (Área 5). Código Postal 06050. Delegación Cuauhtémoc, Ciudad de México.
Martes Horario: 10:00 a 18:00 horas Miércoles Horario: 10:00 a 21:00 horas Jueves a domingo Horario: 10:00 a 18:00 horas
Sobrevivientes de la conquista espiritual y al exterminio, los huicholes siguen adorando a sus ancestrales guías-dioses, al sagrado y poderoso peyote: dios sol, dios venado, dios maíz; padre y señor de todos los signos, alucinaciones y engendrador de la vida y de la muerte.
Los huicholes establecidos en San Luis Potosí, Nayarit, Jalisco Durango y Zacatecas han sido por generaciones grandes bordadores, grandes chamanes y contadores de mitos. Mantienen fuertes lazos de conexión con su entorno natural, el cual les sirve para ponerse en contacto con sus deidades ancestrales.
Son tal vez, los mayores peregrinos del mundo. Sienten la necesidad de reconstruir las hazañas creadoras de sus dioses en los sitios donde ocurrieron, viajando durante cuatro o cinco meses a lugares lejanos como el Lago de Chapala, el mar o la tierra mágica de Wirikuta, donde surge el peyote.
Cultura Rarámuri
Los rarámuri o tarahumaras, establecidos en Chihuahua, Durango y Sonora consideraban a los hombres de su tribu como “Las columnas del cielo y de la tierra”. Esta metáfora alude a la responsabilidad que se forjan ante la naturaleza y ante lo sobrenatural de la misma, ante el mundo que los rodea y ante los elementos naturales, aceptando desde una concepción profundamente humanística, su misión como pilar del cielo y la tierra en el transcurso por la vida.
Entre los rarámuri, se ha creído que si no se respetan las leyes de la naturaleza, el cielo se caerá sobre el mundo. La relación espiritual de los tarahumaras con las entidades que imperan los fenómenos naturales -lo que equivocadamente los españoles tradujeron como entes demoniacos–, es de las más comunes que pueden apreciarse entre las culturas milenarias, sin embargo han sido de los pocos pueblos que han logrado pervivirlas por medio de la palabra, a pesar del tiempo y las circunstancias.
Huicholes y Rarámuris —integrada por 18 pinturas al óleo sobre tela, permanecerá en exhibición hasta el 12 de agosto— fue inaugurada en mayo pasado por el director del MAP y por el propio artista Florencio Zavala.
“Florencio Zavala es un artista visual que ha trabajado el tema de grupos originarios desde hace mucho tiempo. Más que hacer una interpretación, él busca entender a estos pueblos, en especial a los rarámuris (tarahumaras) y huicholes (wixáricas), pues no sólo son parte de nuestra herencia, sino que tienen un enorme valor porque saben sobrevivir y conservar sus tradiciones, y forman parte del rostro de México”, expresó el director del MAP durante el acto inaugural del montaje.
Zavala dijo que lleva 20 años trabajando en torno a los pueblos originarios de México. En estas dos décadas, añadió, “me ha quedado claro que estos pueblos nos llevan al color, respeto y a la armonía; quiero que con mi obra no nos olvidemos de dónde pertenecemos todos”.
REDACCIÓN VOCERO
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