Por Mónica Herranz
Juliana nunca había sido particularmente fanática de la tecnología, sin embargo, podía reconocer todos los aspectos útiles y utilísimos que ésta tenía y desde luego los aprovechaba, pero trataba de ser cuidadosa en no abusar ni de ella, ni de todos los dispositivos en los que se emplea. Y justamente esa cualidad de moderación en torno al uso de dispositivos convertía a Juliana, a ojos de los demás, en un ser un tanto extraño, casi en peligro de extinción en estos modernos días.
Y así como otros la veían como rara o extraña, ella, desde la mirada del otro lado de la moneda, sin mucho esfuerzo, podía notar a su alrededor el exceso en el uso de los dispositivos por parte de los demás, y podía hacerlo a través de sus ojos, sin que nadie se lo contara. Era fácil percatarse de ello, ya sea en casa con su familia, o en el trabajo, o a la hora de ejercitarse, o en el auto, o en el transporte público, incluso los ratos de ocio y diversión, y así en una larga lista de etcéteras. Y justo por las críticas que recibía, decidió junto con José (fanático del uso de dispositivos), hacer un ejercicio:
Se dirigieron a un centro comercial y se sentaron en una banca a media plaza a observar con atención a quienes por ahí pasaban. Lo primero que notaron es que alrededor de seis de cada diez personas que pasaban frente a ellos iban con la mirada en el celular mientras caminaban. Algunos con gesto de angustia, otros de preocupación, otros de alegría, pero todos distraídos de lo que ocurría a su alrededor.
Dos situaciones fueron las que más llamaron su atención. La primera se suscitó entre dos mujeres cuando una de ellas caminaba rumbo a la salida del estacionamiento cargando algunas bolsas con una mano mientras con la otra veía el celular. A la par, la otra chica salía del supermercado que estaba dentro del centro comercial, llevando una bolsa de gimnasio en la mano junto con una de la compra y en la otra mano llevando el celular. Para la poca fortuna de ambas, en algún punto sus caminos se cruzaron, aunque ninguna de las dos lo notase por ir absortas en sus dispositivos, dándose el choque entre ambas.
-¡Ten cuidado!- dijo la primera, a lo que la otra respondió en tono agresivo y con mirada amenazante -¿a quién le dices?-, -¡pues a tí, ¿a quién va a ser?-. La irritación de ambas fue en aumento y culminó con el guardia de seguridad separando a ambas chicas que ya comenzaban a jalonearse y empujarse.
Como resultado del choque, los huevos que una de ellas llevaba en la bolsa, terminaron estrellados y como la otra no quiso pagarlos, terminaron escurriendo en su cabeza. ¡Toda una escena!
José había grabado el incidente y Juliana lo había observado a simple vista y, posteriormente, intercambiaron sus opiniones haciéndose la siguiente pregunta: ¿es la misma la percepción que tenemos de un evento cuando lo vemos a través de una pantalla que cuando no?
Un rato después, mientras continuaban con el ejercicio de observación, vieron a una mujer con su hija, una niña pequeña de alrededor de un año y medio. La pequeña, era evidente, hacía poco caminaba, y medio trastabillaba en sus pasos, medio tomaba carrerita, medio se tambaleaba, intentando entre todo esto guardar el equilibrio, siempre acompañada de la mirada atenta de su mamá. Sin embargo, la mamá, más que tener que estar pendiente de que su hija no chocara con otras personas, tenía que poner mayor atención en que las otras personas no chocaran con su nena, y no, no por la pequeña estatura de la niña, sino porque quienes no la veían…¡exacto!, iban absortos en el celular.
La conclusión a la que llegaron Juliana y José después del ejercicio, es que si bien un dispositivo puede ser un recurso muy funcional y útil que nos conecte, también puede ser uno que nos desconecte y que nos desconecte no sólo del entorno, es decir, de aquello que nos rodea, sino, y lo que es quizá peor, de las personas, de los amigos, de la familia, de la pareja.
Algunas escenas comunes, además de las mencionadas anteriormente son por ejemplo, ver a una pareja en un restaurante, sí, sí, mucho romanticismo, mucha velita prendida, flores, vino, y cada quien metido en el teléfono, aparentemente estando, pero en realidad, sin estar. O, ¿qué tal un concierto? Miles de personas, en un mismo recinto, viendo a un artista, pagando para verlo “en vivo” a través del celular.
Incoherencia, falta de emotividad, dificultad en expresar emociones ideas o pensamientos fuera de un teclado, aislamiento y/o alejamiento son sólo algunos de los síntomas que el abuso de la tecnología puede provocar. Actualmente, la forma de comunicación entre muchas personas es a través de un dispositivo y no persona a persona, y todo esto sin mencionar las otras consecuencias como la angustia, la ansiedad o la depresión que pueden provocar tanto el abuso como la abstinencia del uso de dispositivos.
En el sentido del abuso tenemos a quienes, por ejemplo, han discutido con alguien por algún motivo, y están intensamente pendientes del whatsapp y de la actividad que el otro tiene en esta app, ¿se conectó?, ¿si?, ¿no?, ¿a qué hora?, ¿cuándo fue su última conexión?, ¿me leyó?, ¿me dejó en visto?, ¿me bloqueó?, ¿otra vez en línea?, ¿¡por qué no me contesta!?. Y esto puede durar horas, días, semanas o meses, con todo el monto de angustia, ansiedad y fantasías que todo esto conlleva y que bien pueden llevar a la depresión.
Y así estamos, pendientes de la app, o de face, o de twitter o de instagram, de todo todo, menos de tener una conversación en persona, frente a frente, capaces de sostener lo dicho o desdiciéndonos, mirando al otro a los ojos. Desde luego se requiere mucho más valor para mirar a alguien a los ojos y decirle lo que haya que decir, que simplemente dar un click y bloquear o eliminar. El problema es que eso bien se puede hacer con un dispositivo, pero no en la vida real. No puedo suprimir al otro, no puedo “bloquearlo”, o resetearlo y, como la tecnología cada vez nos ensimisma más, estamos también teniendo dificultades en el procesamiento de todas las emociones que generan este tipo de situaciones.
Finalmente, en el sentido de la abstinencia, ese rubro es muy fácil de explicar; ¿has olvidado el celular en casa?, ¿has intentado estar todo un día completo sin celular?. ¡Así de sencilla es la respuesta!
Desde luego, como se mencionaba en un principio, los dispositivos y el uso de la tecnología, tienen un aspecto muy útil y sumamente funcional, ¡seamos cuidadosos del empleo que le damos en lo personal!
Psicología Clínica – Psicoanálisis
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