Por Iván Cigarroa
CIUDAD DE MÉXICO, 13 de abril 2018.- Quien fuera a pensar que el grunge se iba a terminar tan rápido. Y no por ser una moda, sino por la muerte de Kurt Cobain. Pero no es solo el deceso de quien fuera vocalista de Nirvana la que hay que lamentar, también toca aquí la de Layne Staley, de Alice In Chains, quienes, por una cruel casualidad murieron el mismo día.
Conocí a Nirvana en 1992, me enteré tarde de su existencia.
Pero una vez que volaron mi cabeza traté de conseguir todo lo que pude de ellos. Y no, San Google todavía no llegaba para ayudar.
Así que los fanzines del Chopo, las revistas especializadas, además de la radio y TV daban “fe y legalidad” a lo que estaba pasando con el grupo y el grunge en general.
Y de paso, también a Alice In Chains, Pearl Jam, Soundgarden y demás bandas pertenecientes a un género que hablaba sobre su gusto por las drogas o la desilusión por la vida.
No, no me drogaba, pero los riffs, las voces o incluso sus videos volaban mi cabeza. Todavía lo logran.
En fin, Kurt Cobain se suicidó un 5 de abril de 1994, y Layne Staley el mismo día, pero en 2002 y por igual me dolió muchísimo la muerte de los dos.
¿Y cómo no? Con el grunge tuve mi despertar musical, uno que ya venía empujando fuerte desde 1988, pero con este género me identifiqué realmente.
A Kurt lo tenía endiosado, con pósters que adornaban mi cuarto, todos sus cassettes originales y la esperanza de que vinieran a México.Era 1992 y tras la fiebre de Nevermind llegaban con Incesticide, un disco con lados B. Desde entonces elheadbanging, y el air guitar se han vuelto parte de mis movimientos al escuchar música. Todavía lo hago al viajar en transporte público pero en su momento creía que era el único y me divertía ver como ciertos adultos se espantaban al verme hacerlo.
Todavía pasa, pero ahora lo hacemos muchos más.
Kurt era alguien en quien creía, alguien en quien sabía que podría ser yo mismo. Porque eso es lo que dejó casi toda la música de los 90: la honestidad en lírica, música e imagen. Pero en Nirvana era diferente, era más directo y crudo. A Kurt no le interesaba seguir esa tendencia y lo demostraba al interpretar Smells Like Teen Spirit, una de las mejores canciones de todos los tiempos, en tono de burla, con otra voz y jamás, pero nunca jamás, cerraron con ella. Quedaba perdida entre todo el setlist inicial.
Detestaba no ser congruente consigo mismo. Kurt no buscaba el éxito, solo quería emular a Melvins, Pixies y Vaselines y crear música tan maravillosa como la de ellos; pero ser una banda líder, “voz de la generación”, no. Creyó que un tiro serviría para terminar con todo eso, pero se equivocó. El tiro lo atravesó y se llevó también toda la ideología, moda y ganas de una generación por sobresalir ante una sociedad que estaba por globalizarse. Vaya, nos dejó solos.
En cuanto a Layne, él vivía inmerso en las drogas. Pocas veces intentó con honestidad salir de ellas. La última vez fue por la muerte de su ex novia Demri Lara Parrott, quien murió en octubre de 1996 a causa de complicaciones secundarias causadas por las drogas.
Y recayó. Fue la época en que Alice In Chains entró en una extraña pausa. Años antes se encontraban en su mejor momento, sobre todo en 1992, cuando el auge del grunge estaba en su esplendor y cuando escuché el álbum Dirt por primera vez dije “¡Wow! Esta es la música que quiero escuchar toda la vida”. Tienen que escuchar los coros de Angry Chair o el riff en Them Bones para entenderme. No había otra banda que cantara de esa forma para mí en esos momentos.
Las drogas afectaron la continuidad en la banda, por eso después de 1995 no hubo un álbum de estudio nuevo. Editaron un MTV Unplugged y un disco de éxitos antes de su muerte.
A mí me entristeció muchísimo su partida. Perdíamos al segundo pilar del grunge una década después de haberse dado a conocer el género. Díganme loco, pero haber perdido a Chris Cornel, esta década me parece grave… podríamos perder a Eddie Vedder la siguiente… o a Dave Grohl.
En fin. Quisiera pensar que hoy Kurt tendría 24 años más de vida, es decir 51 años; y Layne 50 todavía. Quisiera pensar así, pero la realidad es que si no hubiera pasado en ese momento habría sucedido después: perderlos así era inevitable.
Hoy creo que sus trabajos musicales son algo invaluable, verdaderos documentos del sentir de una generación aplastada por las grandes empresas, solo querían sobrevivir. Aunque también se les puede tildar de drogadictos y huevones por no estudiar. Prefiero recordarlos de otra forma, porque me definieron de muchas formas porque me enseñaron a resistir en los peores momentos; porque sus letras me salvaron de caer en tentaciones; me benefició entender su visión porque así supe cómo funciona una parte de la sociedad.
Y, sobre todo, porque sigo disfrutando su música. Pero sí, extraño mucho esa época y música.
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