CIUDAD DE MÉXICO, 13 de marzo.- La arqueología, una máquina del tiempo que permite penetrar en el pasado y ver la serie de obras que el ser humano ha creado, ha hecho posible también “conocer el corazón del imperio mexica”, puntualizó el maestro Eduardo Matos Moctezuma, Profesor Investigador Emérito del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH).
Al dictar la Conferencia Magistral Metropolitana El Templo Mayor mexica: 40 años de excavaciones, en el Aula Magna de la Unidad Cuajimalpa de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM), aseguró que esa historia todavía no está agotada, ya que apenas llevan rescatados unos 40 edificios de los 75 que Fray Bernardino de Sahagún reportó que existen en el recinto ceremonial.
Además “falta realizar excavaciones alrededor de ese espacio sagrado donde también había casas de la gente del pueblo, zonas populares y habitaciones de los nobles, todo lo cual subyace debajo de la ciudad, por lo que la arqueología mexicana posee bastante material por analizar”.
El también primer director del sitio arqueológico ubicado en el Centro Histórico de la Ciudad de México indicó que dio a conocer que cientos de especialistas en biología, historia, geología, restauración y química continúan explorando los simbolismos, la fauna y los significados de las costumbres prehispánicas basadas en un amplio bestiario inscrito en el monumento.
Esos estudios han permitido profundizar en el entendimiento de un imperio que llegó a dominar varias regiones y “las labores nos han permitido tener un mejor acercamiento con la historia, ya que al inicio ni siquiera sabíamos dónde se localizaba físicamente el Templo Mayor y al corroborar los datos de las crónicas se han hecho otros descubrimientos que abrieron un mundo desconocido hasta hace poco”.
Cerca de 160 ofrendas de las que no existía tipo de referencia alguno en los relatos de la Nueva España fueron descubiertas, por lo que “se ve que todo eso lo guardaron los informantes indígenas sigilosamente y tuvieron mucho cuidado de no decírselo a los cronistas, quizá por la sacralidad que implicaba”.
Una de las claves gracias a las cuales fue identificado el Templo Mayor está en las escalinatas que llevan hacia dos adoratorios, uno dedicado a Huitzilopochtli y otro a Tláloc, los dos dioses sobre los cuales se fundamentó todo el imperio mexica; el primero refiere al sol y la guerra, y el segundo está vinculado a la agricultura, la base económica de la Gran Tenochtitlán.
Matos Moctezuma destacó que era el lugar donde simbólicamente se podía subir a los niveles celestes, bajar al inframundo y de ahí partir hacia los cuatro rumbos del universo, es decir, el centro fundamental de esa sociedad y la representación máxima de la religión prehispánica, que “para los recién llegados, los conquistadores y frailes, tenía un significado demoníaco que quisieron destruir, algo que fue más arduo que la propia conquista militar: la guerra ideológica”.
A lo largo de casi cuatro décadas ha sido localizado un total de siete etapas constructivas del Templo de los mexicas de las que prácticamente sólo quedó la huella en el piso, aunque muchos de sus vestigios pudieron ser recuperados debido a razones políticas que por fortuna impidieron al final la construcción de la Catedral Metropolitana encima del sitio.
“Hernán Cortés trató de borrar ese pasado e intentó destruir ese imperio hasta sus cimientos”, pero quedaron artefactos, urnas funerarias y un sinfín de materiales enterrados que poco a poco están siendo interpretados.
Hasta el momento existen alrededor de mil 200 trabajos publicados en torno al Templo Mayor entre artículos, libros, tesis y estudios científicos, muchos de los cuales incluso han llegado a obtener reconocimientos nacionales e internacionales por profundizar en el significado de las ofrendas, entre otros aspectos.
El ciclo Conferencias Magistrales Metropolitanas continuará con la presentación del escritor mexicano Juan Villoro el próximo 22 de mayo, a las 11:00 horas, en la Unidad Iztapalapa, de la que es Egresado Distinguido de la Licenciatura en Sociología.
La serie de ponencias con las que la Casa abierta al tiempo inició los festejos hacia su 45 aniversario inició con la presentación del filósofo Miguel León-Portilla, seguido de la periodista Carmen Aristegui y del ex rector de la Universidad Nacional Autónoma de México José Sarukhán Kermez.
AM.MX/dss