El barrio ha sido zona comercial por excelencia desde los época de los mexicas; de popular mercado de trueque y mercadería de chácharas pasó a ser zona líder en la venta nacional de fayuca, de piratería y contrabando. Por sus túneles transita todo tipo de mercancía del mercado negro; ahora es hasta refugio de mafiosos y sicarios
Peo José Sánchez López
“Aquí se bisnea de todo y con todo. Aquí se vende, se compra, se talonea, se trafica, se falsifica, se tranza, se roba, se huye, se mata y se remata”, así es Tepito, dice orgulloso uno de los viejos moradores del barrio bravo, quien se ufana de que ya no hay nada que los espante, que los sobresalte, “hemos aprendido a vivir entre el narcotráfico, los robos, asaltos, asesinatos, secuestros y operativos, que ya forman parte de nuestra rutina”.
Inmerso en un mundo de violencia, drogas, ejecuciones, armas, “fayuca”, “piratería”, pasadizos secretos, bodegas subterráneas y túneles (de esos que dicen que sólo existen en el folklore tepiteño), el barrio de Tepito, que en una época fue famoso por sus ídolos del boxeo, chachareros y ropavejeros, desaparece lenta pero inexorablemente, para dar paso a un “Bronx Mexicano” en el que delincuentes de toda laya conforman mafias y cofradías que aniquilan a los verdaderos tepiteños, satanizados y estigmatizados por la sociedad que, de manera injusta, los califica con el mismo rasero.
TEPITO deriva de Tequipeuhca, que significa zona comercial de los mexicas
La etimología de Tepito no ha sido definida con precisión, aunque hay varias hipótesis en cuanto al origen del nombre; se dice que proviene
de la palabra Tepitóyotl (mercado chiquito), en relación al mercado grande contiguo que se localizaba en Tlaltelolco, donde se comerciaba
a base del trueque.
También se ha dicho que es una derivación del vocablo prehispánico Tequipeuhca, que significa zona comercial de los mexicas.
Otra versión señala que fue resultado del desalojo de los comerciantes de El Tepo (Gran Mercado), por lo que tuvieron que aposentarse en el
Baratillo, pero como la gente siempre ha sido muy dada a la aplicación de los diminutivos, de Tepo, pasó a Tepito.
Otro anécdota, aceptada incluso por los mismos tepiteños, indica que en tiempos de La Colonia, dos “serenos” (policías de aquella época),
al comenzar su rondín de vigilancia, se decían entre sí: “Si hay algo, te pito” (para poder ayudarse en caso de peligro), y así de pitada en
pitada, fue quedándose el nombre que terminó en Tepito.
Lo cierto es que desde la época prehispánica, ha sido y es un lugar comercial por excelencia, sólo que con algunas variantes por lo
“peculiar” de la mercancía que ahí se consigue.
Curiosamente, en la nomenclatura de la Ciudad de México, el nombre de Tepito, conocido a nivel internacional, principalmente por sus ídolos
del boxeo, no aparece, figuran los nombres de la colonia Morelos, parte enclavada en la delegación Venustiano Carranza y la otra,
Ampliación Morelos, en la Cuauhtémoc, donde se ubica el barrio bravo.
Tepito fue conocido durante muchos años como la Cuna del boxeo y de los Baños Gloria, ubicados en las calles de Ferrocarril de Cintura,
que cerró sus puertas en el pasado año de 2013, luego de 90 años de operar ininterrumpidamente, surgieron verdaderas leyendas del deporte
de las orejas de coliflor:
Luis Villanueva Páramo, mejor conocido como “Kid Azteca” (1913–2002), cuyo gancho paralizador al hígado lo volvió inmortal; Carlos Zarate
Serna, “El Cañas”; cuya mayor victoria fue vencer las drogas y el alcohol, ahora figura en el Salón Internacional de la Fama del Boxeo;
José “Huitlacoche” Medel Navarro (1938–2001), que llegó a ser ídolo hasta en Japón y que le mereció que el gimnasio de box del Deportivo
Tepito lleve su nombre, Rodolfo Martínez Estrada y Octavio “El Famoso” Gómez Ruiz, fueron algunos de aquellos monstruos del boxeo.
Pero, obviamente, el más grande, el más popular, el más querido de Tepito, que fue campeón mundial de peso gallo, Raúl “Ratón” Macías Guevara (1934–2009), cuyo único vicio era no faltar a los bailes del Salón los Ángeles, en la colonia Guerrero.
EL MERCADO DE TRUEQUE PARA LOS MáS POBRES
Durante la etapa colonial fue un mercado de trueque, pero al paso del tiempo se convertiría en un auténtico refugio para las clases sociales más desprotegidas, donde los más pobres entre los pobres, podían “ajuarearse” de pies a cabeza con sólo unos cuantos pesos.
En los años cuarenta el barrio estaba lleno de ropavejeros, conocidos como “ayateros”, “carreros” o “cambiadores”.
-¡Sombreros, zapatos, ropa usada que veeeendaaan!
-¡El cambiador de la looozaaa!
Eran algunos de los pregones y gritos de batalla de los tepiteños que abastecían el principal almacén, donde era posible encontrar ropa,
calzado, trebejos y toda suerte de chácharas y objetos usados que tenían gran demanda entre la población más necesitada.
Durante dos décadas, en promedio, esa fue la imagen de Tepito. Hasta esa época, la población tepiteña estaba conformada por gente
ruda, bravera, bronca, malhablada, pero indiscutiblemente honrada y trabajadora. El comercio de las baratijas, los trebejos y las cosas
usadas era el principal negocio del barrio que, pese a encontrarse a sólo nueve calles de la sede de los poderes nacionales (El Zócalo),
continuaba (y continua) siendo una zona marginada cuyos moradores han tenido que recurrir a toda clase de estratagemas para sobrevivir.
INICIO DE SU DEGRADACIóN
Sin embargo, esa permanente y lacerante miseria finalmente hizo mella en los lugareños que, poco a poco, con sus honrosas excepciones,
olvidaban valores y principios, dando paso a artimañas y trucos para surtir su singular mercado.
La ropa usada y los trebejos ya no provenían solamente de los “ayateros”, sino que eran producto de las trapacerías de los ladrones
que se convirtieron en azote de mansiones y residencias en las que cargaban “hasta con el perico”.
Después se descubría incluso la conformación de bandas de asaltantes de camiones distribuidores de diversa mercancía.
De esa manera, era posible encontrar en las chácharas no solamente zapatos viejos o planchas descompuestas, sino pieles, calzado de
excelente calidad, relojes, joyas y aparatos eléctricos y electrónicos y muchos otros artículos de lujo que resultaban prohibitivos para la
población común, pero que podían encontrarse a precios de baratija en “Tepis”.
La descomposición social del barrio daba inicio. A fines de los años sesenta, el contrabando “hormiga” comenzó a aparecer en el barrio por parte de algunos tepiteños que “se iban al viaje”, que consistía en traer mercancía extranjera que después revendían.
Fue en las calles de Fray Bartolomé de las Casas, donde comenzaron a verse artículos de manufactura extranjera, cuyo precio resultaba sumamente inferior al de la mercancía nacional.
El término “fayuca” comenzaba a cobrar fuerza. La chatarra extranjera, no sólo estadounidense sino coreana y taiwanesa, invadió las calles de Tepito ya que la gran mayoría de los comerciantes, “se iban al viaje por su fayuca”.
La droga, principalmente la mariguana, ya era conocida en el barrio, pero sólo por unos cuantos que eran repudiados por los mismos
lugareños, la consumían, pero de ninguna manera era el gigantesco mercado de drogas en el que se convertiría Tepito al paso de los años.
EL BOMM DE LA FAYUCA Y LOS PRIMEROS TUNELES
La tecnología sería el botón propulsor del “Boom Tepiteño” y de aquellos esporádicos viajes de unos cuantos tepiteños, resultarían
caravanas de trailers con miles de toneladas de contrabando que inundarían las 57 manzanas del barrio, sin embargo, junto con los
desechos extranjeros, también llegarían las drogas duras, las armas, la pornografía, la “piratería” y las mafias que transformarían por
completo al antaño bravo, pero honrado barrio de Tepito.
Fue entonces, a principios de la década de los ochentas, cuando los mismos comerciantes, acosados por los inspectores de Hacienda o por
elementos policiacos de distintas corporaciones, buscaron la manera de evitar que les fuera decomisada su mercancía y de esa manera se
construyeron bodegas subterráneas, pasadizos, pequeños túneles y demás recovecos donde los “fayuqueros” escondían sus artículos cuando eran
enterados de que se efectuaría un operativo.
Después, esos laberintos subterráneos serían utilizados para ocular toneladas de estupefacientes.
En esa época, Tepito se había convertido ya en la meca del contrabando y, por ende, en el principal abastecedor de mercancía ilegal no sólo
para el Distrito Federal sino en casi todos los estados de la República.
Pero la construcción de los pasajes subterráneos y los pasadizos no se limitó a pequeños espacios. Al paso del tiempo las pequeñas bodegas
bajo tierra, cobrarían mayores dimensiones por las mismas necesidades de los tepiteños.
Ese fue el inicio de lo que ahora, a casi 40 años, sigue causando expectación y discrepancia entre el gobierno capitalino y el federal
que no terminan por ponerse de acuerdo en cuanto a su existencia o si sólo se trata de versiones fantasiosas.
CONTUBERNIO ENTRE HAMPONES Y AUTORIDADES
Ante los negocios turbios que surgieron, se dieron entonces las componendas entre líderes mafiosos, funcionarios venales y policías
corruptos, lo que involucró al grueso de los comerciantes. Se estima que de los 50 mil auténticos tepiteños que residen en el lugar, cuando menos el 60 por ciento se dedica a alguna actividad ilícita, bien por iniciativa propia, obligado por alguien o comprometido para proteger a alguien de la familia que de alguna manera ya se involucró con la mafia.
Empero, si la “fayuca”, la “piratería” y la pornografía proliferaban ya en el barrio, soterradamente crecían también el narcotráfico, el tráfico de armas y la delincuencia en todas sus modalidades: secuestros, extorsión, cobro de piso y de protección e incluso hasta el sicariato, a tal grado que jóvenes y hasta niños iban engrosando las filas de la delincuencia pero ya no como ladrones, sino como gatilleros a sueldo.
Prueba de ello, es que muchas de las ejecuciones de narcomenuderos o de líderes del narco (tan sólo en diciembre pasado fueron siete), se
llevaron a cabo al estilo de Colombia: esto es, dos sujetos a bordo de una motocicleta; uno experto conductor y el otro infalible tirador.
Empero, hoy como ayer, para que pudiera crecer la delincuencia, se necesita contar con protección policiaca y ésta siempre se ha dado,
tanto de la Policía Judicial del Distrito (ahora Policía de Investigación), como de la Policía Judicial Federal (ahora Agencia de
Investigación Criminal) y desde luego, de la Policía Preventiva.
En la década de los ochentas, los jefes policíacos Adrián Carrera Fuentes, los hermanos Víctor Manuel y José Luis Patiño Esquivel,
Santiago Tapia Aceves, Enrique Gándara Chacón, Pedro Armas del Pozo, Francisco Garduño Juárez, los hermanos Pedro, Gerardo y Luis Magaña,
Mauricio Tornero Salinas, fueron algunos de los primeros que se hicieron millonarios vendiendo protección a los tepiteños.
Al cambio de gobiernos y administraciones, han surgido otros políticos, funcionarios y jefes policiacos, que, reiteramos, con sus
honrosas excepciones, retoman esas mismas prácticas de extorsión y la gallina de los huevos de oro sigue siendo productiva.
La abierta protección a narcotraficantes, asaltatraileros, traficantes de armas y demás delincuentes, ha originado una cínica actividad por parte del hampa que cada vez se muestra más atrevida y evidencia la rampante impunidad que propician y solapan quienes, en teoría, la combaten.
NIÑOS, ADOLESCENTES Y JOVENES AL SERVICIO DEL HAMPA
Entre los puestos o en las esquinas, resulta común observar a niños, adolescentes y jovencitos, cuyas edades oscilan entre los 9 y 15 años
de edad, quienes aparentemente recorren los pasillos y comercios en f orma despreocupada, aunque en realidad ofrecen, mediante catálogo,
toda clase de armas, droga, pornografía y toda suerte de artículos prohibidos.
Los mozalbetes ofrecen en venta desde pistolas 22 hasta armas de grueso calibre; desde la “lúdica” mariguana hasta las drogas duras;
desde un modesto estéreo hasta una consola de video, reproductores, modulares, grabadoras, pantallas de plasma y, claro, celulares de
todas las marcas y modelos.
“Tengo de todo, mi buen, lo que necesites, cualquier cháchara y si te interesa una tronadora, tengo éstas (calibres 22 y 25), “Cuerno de
Chivo”, “tartamudas” Ussi y hasta bazzokas. Aquí te los muestro (enseñando el catálogo) y yo te lo pongo.
-¿Qué necesitas, mi mai? Tenemos todo para excitar a la dama o para ponerla o ponerte al punto. ¿Grapa, chocho, arponazo, bazookazo,
crack, hielo, tachas, bote, tabique, carrujo, cartón, pelota, yoombina, tinta china, pomada, jaleas, vibradores, muñecas inflables,
condones y senos de sabores? Lo que quieras, mi buen.
Por su parte, una legión de “pasadores”, “burros”, “lanzadores”, que no rebasan los 15 años de edad, a bordo de bicicletas o motonetas,
recorren las calles del barrio. Su aspecto es el de jovencitos que pasean tranquilamente, muchas veces acompañados por su novia o algún
amigo. Sí, la labor consiste en hacer las entregas a domicilio de la droga que es solicitada por vía telefónica.
LA POLICIA SIEMPRE HA ESTADO ENTERADA
Al respecto, debe destacarse que desde hace años, un grupo deInteligencia de la Procuraduría del Distrito ha trabajado intensamenteen el barrio haciendo labores de espionaje, mediante la intercepción de teléfonos, vigilancia a moradores y comerciantes, toma defotografías y hasta filmaciones.
De esa manera, los agentes judiciales capitalinos tienen detectadas lamayoría de “tiendas” donde se expende droga, los nombres de quienes lavenden, incluso saben a qué sitio será llevado el “pedido” y a quiénlo entregarán. Esto les ha permitido descubrir también la ubicación delas entrada y salidas, ya no de bodegas subterráneas interconectadas entre sí, sino de túneles que son utilizados para almacenar considerables cantidades de mariguana, cocaína y demás drogas, lo
mismo que armas.
Es por ello, comentan ex agentes policiacos que en algún momento estuvieron comisionados en el barrio, que resulta inexplicable la
aparente ignorancia de las autoridades respecto al tráfico de drogas y de armas y a la cadena de delitos que se cometen en el lugar, pues
precisamente, gracias a su labor de trabajos de inteligencia, tienen todos los elementos para actuar en cualquier momento, sin embargo no
lo hacen.
CODIGOS SECRETOS Y CATEGORIAS
Chiflidos, miradas, gestos y señas forman el “código secreto” de los hampones que enseguida identifican al extraño, al que catalogan como
“el gil”, bien por su manera de vestir, de caminar o de moverse en el barrio.
-¿Qué onda, barrio? No se me apendeje. Ahí van los buenos. Esos majes
no son de aquí. ¡Agandállelos, güey! ¿Qué quiere? ¿Qué se los vaya a
poner?
En la escala de categorías dentro del tráfico de drogas, figuran los “burros” en el más bajo término; le siguen los “narco-ñeros”, quienes
distribuyen semanal, quincenal o mensualmente, tal o cual cantidad de droga que les fue otorgada a “crédito”. Ese es uno de los eslabones
más frágiles en el “negocio” pues están a dos fuegos.
Por un lado, tienen que pagar protección policiaca para eludir a los agentes y si acaso los detienen, deberán contar con un “colchón” (una
buena cantidad de dinero) para salir bien librados, pero no le perdonarán el pago de la mercancía. Si la perdió, es culpa suya y su
abastecedor le cobrará la deuda, aún dentro de la cárcel.
Los sicarios (asesinos a sueldo) forman otro escalón en el mundo del narcotráfico. Son los encargados de matar a los narcotraficantes
rivales, a sus mismos “burros” que no pagaron o a los que de alguna manera, incurrieron en alguna traición. La ejecución debe ser
ejemplar, a tal grado que sirva como escarmiento para desalentar a un futuro enemigo, deudor o traidor.
Hay otros miembros de los grupos delictivos, a los que podría darse el término de “elementos de seguridad y vigilancia”. Su labor consiste
en colocarse en puntos estratégicos y vigilar todos los movimientos en la zona. Cualquier persona ajena al lugar, es identificada de inmediato y sus movimientos son vigilados palmo a palmo. Cuando
descubren cualquier actitud extraña, que hacen preguntas indiscretas o incluso que pretenden tomar fotografías, dan la voz de alarma y el extraño es obligado a retirarse.
TODOS TIENEN METIDAS LAS MANOS
Uno de los rumores más persistentes, manejado por los mismos tepiteños, es que el tráfico de enervantes en el barrio, ha sido y es
manejado por la organización de los hermanos Arellano Félix, supuestamente extinguida para las autoridades antidrogas.
Lo cierto es que el control del territorio si bien se dio en principio a través de su sobrino, Javier Jaramillo Félix, alias “El Nene”, ante
el enorme mercado que ha representado Tepito, también ha incursionado gente del Cártel del Golfo, de los hermanos Carrillo Fuentes (Cártel
de Juárez), de Sinaloa, de los Beltrán Leyva (“El Ojos”) y a últimas fechas, del Cártel Jalisco Nueva Generación (La Unión), que ha
generado reyertas entre los mismos grupos.
A ello habría que agregar la presencia de mafias extranjeras (china, colombiana, italiana y rusa), que también se han aposentado en el
lugar desde hace no menos de una década.
NARCOS Y PROTECTORES
En la década de los ochentas y principios de los noventas eran los hermanos Juan, Octavio y Paco Méndez Gómez, conocidos como “Los
Méndez”, quienes mantuvieron el control del narcotráfico y de otros ilícitos en el barrio.
Tras el encarcelamiento de Octavio y Paco y la muerte de Juan, al que llamaban “El Mago”, su imperio se vio dividido y reducido, hasta que
finalmente desaparecieron.
Después surgirían narcos como Jorge Ortiz Reyes, “El Tanque”; Fidel Camarillo Salas, “El Papirín”; Roberto Fabián Miranda, “El Betito”; Francisco Javier Hernández Gómez, “Pancho Cayagua”; Hugo Alberto Rojas Pérez, “Hugo Bocinas”; Gilberto Gutiérrez Pérez, “Beto Pelotas”; que serían más sanguinarios que los anteriores. Algunos fueron abatidos y otros capturados, quienes purgan condenas de 150 hasta 230 años de cárcel.
De acuerdo a reportes de inteligencia, actualmente no hay una sola cabeza a la que pueda atribuírsele el control absoluto del tráfico de drogas y de armas. Se trata de varios sujetos que, aprovechando el encarcelamiento de anteriores narcos de cierta importancia, se erigieron como sus sucesores, pero de menor jerarquía.
A decir de moradores del barrio, cuyo anonimato resulta obvio, la situación en el barrio es igual, pese a los cambios de gobierno que se
han dado.
También dijeron que los grandes narcos, reciben el “pitazo” de algún operativo con 48 horas de anticipación, por lo que cuando se lleva a
cabo el dispositivo policiaco, resulta lógico que sólo encuentren lo que deciden dejarles los capos, para que justifiquen su trabajo, pero
ningún golpe de importancia.
“La Fortaleza”, “Los Palomares”, “La Casa Blanca” y diversos inmuebles localizados en Libertad, Jesús Carranza, Estanquillo, Caridad, Granada, Peñón, Panaderos, Circunvalación, Pintores, Hojalateros y Mineros, entre muchos otros más, son también sitios de distribución de droga.
Pero no se trata de “tienditas” sino de venta al “mayoreo”, es decir ahí se van a surtir no los consumidores, sino aquellos que se dedican al narcomenudeo en otros puntos del Distrito Federal, principalmente en Iztapalapa, Gustavo A. Madero, Tláhuac, Miguel Hidalgo, Coyoacán y Xochimilco.
Así, mientras que para las autoridades la existencia de túneles y bodegas subterráneas sólo son parte del folklore tepiteño, la situación en Tepito sigue siendo la misma, nada más que con diferentes protagonistas, tanto en los cárteles de la droga como en los gobiernos local y federal.
Sin duda que Tepito ha sido botín de políticos, funcionarios, jefes policiacos y la delincuencia organizada y el hampa en todas sus facetas ha sentado sus reales en el populoso barrio por lo que los tepiteños exigen que dejen de satanizarlos y que los gobiernos, responsables de acabar con esa situación, realmente actúen y terminen con la impunidad, creada por ellos mismos.
POESIA DEL ARTE ACÁ
Empero, para los poetas del “Arte Acá”, Tepito es un barrio de toros, toribios y güeyes; de cabrones y “chivas”, de ñeros y de gandules, de religión y brujería, de bendiciones y maldiciones, de verdad y de mentira, de fintas y golpes bajos, de líderes cabales y otros que son “piojos”, de ñeros ratas y de polis siempre más ratas.
Esta moderna corte de los milagros, es un barrio de dinero honrado, de billetes bien lavados, de chingones, chingadores y chingados, de motos, cocos y teporochos, de corruptos, corruptores y corrompidos, de piratas del audio y bucaneros del video, de fayuca neta y hasta balineada…
Así es Tepito, dicen sus cronistas.
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