Por Mónica Herranz*
Salió caminando apresuradamente de su casa hacia la de ella, quería alcanzarla antes de que se fuera. Se abría paso entre la gente, -¡maldito semáforo peatonal!- lo estaba retrasando. Ella, por su parte, ya había salido, iba manejando, y al llegar al cruce lo vio pasar. Quería hacerse pequeñita y desaparecer para que él no la viera. Afortunadamente él no la vio, iba tan absorto, con la mirada a la vez fija en un rumbo, a la vez fija en la nada. Esa expresión la asustó aún más, sólo quería que se pusiera el siga y acelerar.
Él llegó a casa de ella, un timbrado…dos timbrados…tres timbrados…¿¡por qué no salía!?, ¿¡por qué no le abría!?, cuatro timbrados…cinco timbrados…¡mejor le voy a hablar!.
Ella seguía manejando, alejándose, una llamada perdida…tres llamadas perdidas…diez llamadas perdidas. ¡no le voy a contestar!
Ese día habían discutido previamente, algo ya muy común en la relación, y la pelea había sido fuerte. El motivo, el mismo de siempre, los intensos y enfermizos celos por parte de él. Tras la discusión él se había quedado en su casa y ella se había ido para la suya, ambos con tristeza y ansiedad. Él esperó toda la tarde para ver si ella le llamaba, porque además si lo hacía, quería decir que lo quería y que le importaba, pero ella no llamó… Pasadas unas horas él finalmente la llamó y ella contestó.
Ella notó que él lloraba y pensó que sería por la discusión, sin embargo, él le dijo que tras la pelea que habían tenido había decidido salir a caminar un rato para despejarse y que lo habían asaltado. Le narró cómo lo habían despojado de su celular, a mano armada, que le habían dado un cachazo en la cabeza, un puñetazo en el estómago, que se sentía nervioso, asustado, y que el golpe le dolía. Le dijo que se reunieran, que la necesitaba, que lo perdonara por la pelea anterior, que no volvería a pasar, que la quería y que no la quería perder.
Esa conversación la habían tenido ya infinidad de veces y entonces, mientras lo escuchaba, tuvo una corazonada y pensó, -si le han robado el celular, es que me está llamando desde su teléfono fijo- vio el identificador de llamadas y lo corroboró. Él había llamado desde su teléfono fijo, al teléfono fijo de ella e inmediatamente le vino la idea a la cabeza.
Lo siguió escuchando por un rato, él le narraba entre llanto y desesperación y con lujo de detalle lo sucedido durante el asalto, trataba de conmoverla y fue entonces cuando ella, desde su celular, mientras seguía al teléfono con él, marcó el número de celular de él, el que supuestamente le acababan de robar, y sucedió lo esperado ¡Ella lo oyó sonar del otro lado de la línea! ¡Todo era mentira!
Un silencio rotundo y helado inundó la línea, decía por sí mismo más que mil palabras. Él sólo alcanzó a murmullar, perdón…¡escúchame, no cuelgues, voy para tu casa! Y fue ahí cuando salió apresuradamente.
Dieciséis llamadas perdidas, treinta y seis llamadas perdidas, sesenta y siete llamadas perdidas, ¡acelerar, acelerar, acelerar! Sí lo quería, pero por ahora sólo se quería alejar. Lo había intentado todo y nada parecía funcionar.
De acuerdo a la RAE, (Real Academia Española), los celos están definidos como “la sospecha o inquietud de que la persona amada mude o haya mudado su cariño, poniéndolo en otra.”. En wikipedia podemos encontrarlos como la respuesta emocional que se presenta cuando una persona percibe una amenaza hacia algo que considera como propio. Y aquí encontramos una característica primordial en los celos, que es justamente, percibir al otro como una posesión, como si fuera un objeto. Es mío/a, luego entonces, me pertenece. En una definición en términos más de lo psicológico, encontramos a los celos definidos como un respuesta natural ante la amenaza de perder una relación interpersonal importante para la persona celosa.
Sea cual sea la definición con la que coincidamos más, lo cierto, es que los celos son siempre percibidos como una respuesta frente a la amenaza de perder el cariño de un otro, y no son exclusivos del amor de pareja, puesto que pueden presentarse entre hijos y padres, hermanos, compañeros de trabajo, amigos, etc.
Ahora, cuando las cosas van un poco más allá, y ésta respuesta emocional es exacerbada, cuando quien padece los celos se encuentra en un estado constante de infelicidad en función de los miedos y las sospechas de engaño o abandono, las más de las veces, infundadas, en donde prácticamente no se acepta otra verdad que no sea la que el celoso está suponiendo, y que encontrará la forma de acomodar las evidencias para que corroboren esas sospechas que provienen de la inseguridad que siente en el vínculo, entonces ya no hablamos de celos “normales” o “comunes” si es que los hay, entonces hablamos de celotipia o celos patológicos.
Los síntomas más comunes de este padecimiento son:
Tendencia a compararse desde la devaluación.
Necesidad contante de muestras de amor.
Se examina toda acción o diálogo buscando indicios del abandono o engaño.
La actuación del celoso está generalmente motivada por la desconfianza,
Negativa a salir con otras personas y a que el ser amado salga también.
Constante estado de hiper alerta o vigilancia continua con el fin de asegurar la infidelidad o preferencia por otro/a por parte del ser amado.
Manipulación, chantaje emocional, uso constante de mentiras para llamar la atención.
Peticiones exageradas que aun siendo aceptadas no colman los sentimientos de inseguridad de quien padece celotipia.
A diferencia de lo que se podría pensar, el celotípico/a no disfruta con todas estas circunstancias, al contrario, las sufre, las padece y son una fuente importantísima de angustia y ansiedad. Y es que en la celotipia es más fuerte al miedo que el amor.
Si crees que padeces de celotipia, aquí encontrarás algunas sugerencias para lidiar con esta situación:
Lo primero y más importante es identificar y aceptar que se tiene un conflicto en ese sentido. Una vez que se ha podido dar este paso, hay que tratar de detectar cuándo se presenta la conducta celosa y apuntar lo que se hace, lo que se siente y lo que se piensa con el propósito de razonar y entender el origen de los celos intensos. Sin embargo, con un registro no basta para resolver esta situación. Lo conveniente es asistir con un profesional de la salud mental, ir a una terapia, para poder analizar los pensamientos y sentimientos e ir encontrando estrategias de solución, tanto en lo interno como en lo externo.
En fin, el tema es amplio y el relato inicial de la nota una pincelada de hasta dónde puede llegar una situación de celos patológicos. Lo más irónico es que el celotípico al tratar de preservar el vínculo, en realidad lo está destruyendo.
Si quieres saber más sobre el tema, no te pierdas el siguiente enlace https://www.facebook.com/1719744371577905/videos/2089813631237642/
Mónica Herranz
Piscología clínica / Psicoanálisis
https://www.facebook.com/psiherranz
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