Por Mónica Herranz*
De camino a la sesión, venía pensando ¿sobre qué hablaré hoy en la terapia? Y si, sí que tengo un tema. El otro día estuve en una reunión con amigos, cenamos, platicamos y tomamos unos vinos. Cuando ya quedábamos pocos, alguien propuso una especie de juego; cada quien elegiría cuatro canciones que todos íbamos a escuchar, una que nos recordara a la infancia, otra a la adolescencia, otra a algún momento significativo en la vida y otra más que representara nuestro lado B musical.
Por turnos, cada quien fue poniendo sus canciones y cuando llegó el mío, entre las que elegí, había una canción que se llama No estoy muerto. La elegí como muestra de mi lado B musical, aunque después pensé qué bien podía también representar una parte de mi adolescencia, allá cuando andaba como por los diecisiete.
La elección causó sorpresa entre mis amigos, es una canción rockera y saben que soy más bien fresón, entonces, algunos de ellos me preguntaron ¿por qué te gustaba esa canción?. No lo sé dije, sin embargo, la pregunta se quedó en mí al paso de los días.
¿Por qué me gustaba esa canción?…Pensé primero en la letra, que dice algo como “no estoy muerto, simplemente estoy cansado, simplemente he dejado de respirar, mis ojos ya no van a ver, mi pelo ya no va a crecer”. Una letra algo intensa para un chico de diecisiete pensé, pero bueno, de eso se trata también esa parte de la vida, de intensidad ¿no?
Si ahora, al paso del tiempo, que ya ando en los cuarenta y pocos, pienso en esa letra, creo que el sentido que le doy es el de alguien que si bien no está muerto, sí está muy casado, pero, ¿acaso así me sentía yo a los diecisiete? Y mientras andaba en esos pensamientos, vino a mi mente el recuerdo de haber estado escuchando esa canción en la sala de la casa donde vivía, pensé que estaba solo y puse la música a todo volumen. Canté a todo pulmón, fue algo muy catártico, una especie de desahogo de aquello que había en mi interior y que no compartía con nadie. Todo iba bien hasta que alguien bajó a decirme que quitara la música, me di cuenta de que no estaba solo. Por un momento me sentí avergonzado, ese alguien me había visto en un momento catártico y recuerdo que me sentí vulnerable. Ese alguien había visto, aunque fuera por un instante, una parte de mí que no le mostraba a nadie, creo que por lo general, ni a mí mismo.
Eso me llevó a pensar en ¿qué es lo que había en mi interior en esos momentos, en esa etapa?, ¿por qué no lo compartía con nadie? Para encontrar la respuesta fui de fuera hacia adentro; en el exterior yo era un chico fuerte, maduro, no me quebraba con nada y aguantaba todo, todo lo que ya me había pasado y más, no lloraba, no expresaba, tal vez por eso cantaba, pero en el interior, en el interior había tristeza, profunda tristeza, había mucho miedo, incertidumbre, angustia, desarraigo, ruptura y si soy sincero, pienso que no lo compartía con nadie porque no sentía que hubiera alguien a mi alrededor que me pareciera suficientemente confiable, no al menos los adultos que me rodeaban, de ellos desconfiaba, quizá porque ellos tampoco confiaban en mí y no me daban ni el beneficio de la duda, y bueno, aunque mis amigos, al menos en ese entonces, sí me parecían de lo más confiable, tampoco lloraba con ellos, a veces me quejaba de algunas cosas, pero finalmente, ellos eran tan adolescentes como yo.
Y luego vino a mi mente otra parte de la canción “no estoy muerto, simplemente estoy durmiendo. Simplemente estoy cansado de vivir la vida así, estoy en crisis. No estoy muerto simplemente estoy un poco cansado”. Eso me llevó a hacer la siguiente asociación y no me pregunte de donde salió porque no estoy muy seguro…Muerte, cansancio, cansancio extremo, dormir, adormecimiento…¡Anestesia! Ese fue el concepto que de pronto dio sentido a por qué me gustaba esa canción.
Ahora me doy cuenta de que transité esa etapa de mi vida bajo una especie de anestesia emocional. Al escuchar la canción pienso que no es que deseara estar muerto ni mucho menos, sino que más bien, tenía que ver con el deseo que yo hubiera podido tener de estar dormido, anestesiado, y no haber tenido que vivir y sentir todo aquello que me pasó en la adolescencia y creo que esa anestesia se convirtió en un mecanismo de defensa, ¿así lo llaman en psicoanálisis, no?, o sea, como algo que me protegió emocionalmente. Seguramente en esa etapa, si me hubiera derrumbado, como me pasó años después, no sé qué hubiera sido de mí. Luego entonces, en vez de sentir miedo o llorar o hablar con alguien, hice lo contrario, me volví estúpidamente fuerte, osadamente valiente, pero a lo bruto.
El tiempo se encargó de pasarme factura, para bien y para mal. Para bien porque esa valentía osada y esa fuerza me impulsaron a emprender, a experimentar, a aprender y a salir adelante y para mal porque en algún momento la anestesia se acabó y, ¿qué es lo que pasa cuando la anestesia se acaba? Imagínese que la acaban de operar y recién despierta de la anestesia, ¿la han operado alguna vez? Ok, sé que no me va a contestar, pero normalmente cuando alguien despierta de la anestesia lo primero que siente es dolor, confusión y desorientación. Y así me pasó a mí, finalmente por eso llegué a la terapia y usted lo sabe, fue como si todo lo que no me permití sentir en aquellos años me hubiera caído encima de repente, y yo no estaba listo, sólo estaba desorientado y confundido.
Sé que hemos trabajado mucho en eso, he ido aprendiendo a permitirme ciertas emociones, ya no soy la roca anestesiada que fui a la que nada le afectaba, o no al menos en apariencia. Pero ahora doctora, soy más sensible, y las cosas que se supone que me deben de doler me duelen, y lo que se supone que me debe hacer llorar, realmente me hace llorar, y lo que me genera a veces esta sensación de sentirme tan desafortunado logra su cometido y así me siento, y con todo esto me pregunto… ¿no era mejor la anestesia? A veces me da por pensar que sí. También sé que no se puede andar por la vida anestesiado, pero cuando era así, mis dolores me dolían menos…claro que luego me dolieron todos juntos y fue peor.
¿Sabe? El otro día leí una frase que decía “El pasado no desaparece, le gusta esconderse en la música, en las calles, en los sueños y en los recuerdos” y vaya que me parece verdad.
Veo que ya casi se nos acaba el tiempo, así que para cerrar diré que creo que hoy no sólo entendí, sino que experimenté, el verdadero sentido del concepto de asociación libre en psicoanálisis. Cómo el asunto de la canción me llevó a tantos recuerdos, vivencias y reflexiones, y lo que se me queda en el tintero para la siguiente, doctora, quizá le hable de Nirvana, por ahora le enseñaré esto… ¡nos vemos la próxima!.
Mónica Herranz
Piscología clínica / Psicoanálisis
https://www.facebook.com/psiherranz
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